¿Y tú, cómo llevas el verano?

El verano es la estación más lúdica y social por antonomasia. El buen tiempo invita a salir, nos relacionamos más socialmente, hacemos más actividades recreativas, pero también puede ocasionar sentimientos de frustración y apatía, dando lugar a una serie de sentimientos que pueden derivar en la conocida “depresión estival”, o depresión de tumbona.

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Resulta paradójico, pero cuando llevamos unos días de relax alejados de nuestro entorno cotidiano, pueden aflorar preocupaciones y sentimientos que no éramos conscientes de estar experimentando.

En estas fechas estivales, el exceso de calor puede generar en nuestro organismo una serie de respuestas negativas; tales como irritabilidad y mal humor, como afirma el doctor en psicología Fernando Millares. Tanto es así, que las personas consideradas meteoro-sensibles son más propensas a sufrir este tipo de desajustes, volviéndose más impacientes e impulsivas.

Las altas temperaturas pueden ocasionar híper-excitación a nivel cerebral, aumentando la ansiedad.

La apatía puede inundarnos en estas fechas, y se hace esencial conocer qué puede estar motivándola, dejando a un lado los motivos fisiológicos.

La investigación pone de relieve cuatro motivos que pueden incidir en los síntomas de apatía:

Insatisfacción con nuestro cuerpo

Durante el verano estamos más expuestos a mostrar partes de nuestro cuerpo con las que no nos sentimos del todo cómodos o a gusto. Si la insatisfacción es severa puede llevarnos a rehuir planes, vacaciones o actividades que requieran menos ropa.

El cánon estético que nos domina puede parecer una frivolidad, pero tanto mujeres como hombres se sienten inseguros y su energía decae, ya que no todavía falta mucho para aceptar nuestro cuerpo tal y como es.

Idealización des-adaptativa

Hollywood, instagrammers y los anuncios de cerveza sugieren un verano idílico en el que todo es felicidad y utopía. El problema surge cuando nuestras expectativas (por supuesto disfuncionales) nos impiden conectarnos con la realidad. Si estas expectativas no cumplen con la idealización que nos hemos inventado es cuando surge el agobio, la ansiedad, la apatía y la tristeza.

Ese verano en el chiringuito, oyendo música en directo y con el pelo perfecto, no es la realidad. E intentar emularlo es consumir unas energías preciosas que pueden ser reconducidas por derroteros más producentes.

Cuidado con el tiempo (de baja calidad) en familia y pareja durante el verano

Las vacaciones son un arma de doble filo, ya que por un lado tenemos el deseo de pasar más tiempo con nuestra gente; familia y pareja, y por otro también queremos que se note este cambio cualitativamente, y no solo cuantitativamente.

Pues bien, debido a los motivos anteriormente descritos, puede que no estemos en condiciones de experimentar un tiempo de calidad con la gente que queremos, lo que nos lleva a padecer frustración, que revierte a su vez en esa idealización des-adaptativa de la que hablamos anteriormente.

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De hecho, hay estudios que refieren tasas de divorcios superiores a cualquier otra fecha tras las vacaciones de verano. Las discusiones y los desencuentros que se pueden producir cuando aprovechamos al periodo de vacaciones para hablar “con calma” sobre lo que no hemos podido hablar durante el año, cobran dimensiones épicas.

En definitiva, para que no sucumbamos a ninguno de estos problemas se hace esencial rebajar nuestras expectativas des-adaptativas, ser conscientes de que la relación que tenemos con nuestra pareja o familiares es la misma aquí que en cualquier otra parte.

Y sobre todo, sobre todo, abrazar el verano tal y como es: días soleados y noches estrelladas.

¡Psico360 os desea un muy feliz verano!