¿CÓMO HABLAR DE LA MUERTE CON LOS NIÑOS?

La muerte es un fenómeno con el que convivimos desde pequeños, si bien, a menudo los adultos no encuentran el modo adecuado de tratarlo con los más pequeños. En ocasiones esto se debe a su temor a hacerles daño, a su necesidad de protegerles o a sus propios sentimientos encontrados con la muerte.

A todo esto debemos añadir que desde hace décadas vivimos una sociedad que parece haber olvidado que la muerte forma parte de la vida, los avances médicos, el envejecimiento de la población y la búsqueda de protección y felicidad constante para los menores ha ido alejando la idea de hablar de este tema de manera cercana y natural con ellos. Sin embargo, deberíamos considerar justamente lo contrario: los niños se van a tener que enfrentar antes o después a la muerte. Por tanto, ¿qué mejor que enseñarles cómo hacerlo para que estén preparados cuando llegue el momento?

Un primer aspecto a tener en cuenta a la hora de hablar de la muerte con los niños es escoger bien el momento. Por ejemplo, un buen momento para comenzar a tratar estos temas puede ser cuando ha fallecido algún animal doméstico o alguna persona conocida, pero no cercana. Será más sencillo para el niño, pero también para el adulto, que estará más sereno y podrá compartir mejor la visión que tiene de la muerte, invitándole a expresar lo que piensa y lo que siente.  El objetivo de este primer acercamiento al tema es disminuir el sufrimiento del niño y ayudarle a estar más preparado para afrontar la muerte.

Otro aspecto muy importante es facilitar al niño la oportunidad de expresar lo que siente, ofrecerle un tiempo y un espacio para él y para poder comunicar.  El niño que ha podido hablar y hacer preguntas a sus padres, que ha podido expresar sus sentimientos y sus miedos, se encontrará en un mejor clima comunicativo. Para ello es necesario tener en cuenta que a veces las reacciones de los menores ante la muerte pueden ser difíciles de comprender desde los ojos del adulto, ya que la tristeza, el dolor, la frustración y la incomprensión puede ser expresada de diversas maneras como a través de conductas agresivas, mutismo, dificultades de separarse del adulto… Por ello es importante conocer estas posibles reacciones y evitar censurar sus expresiones emocionales ante estos acontecimientos ya que son necesarias para favorecer la elaboración del mismo.

Darle la oportunidad de despedirse: teniendo en cuenta su edad cronológica y el grado de madurez emocional del niño se le debe ofrecer alternativas para poder elaborar la pérdida, bien sea acudiendo a los ritos funerarios, participando en ellos de manera activa o creando su propia despedida en casa. Esta última opción y es muy aconsejable ya que favorece que los niños puedan exteriorizar sus sentimientos y asimilarlos, además es una gran oportunidad para hacer una despedida más intima y familiar en la que todos los miembros participan y comparten algo de si mismos. Esto favorece la cohesión familiar y la comunicación.

ALGUNOS CONSEJOS GENERALES:

  • La comunicación de la muerte de un ser querido deben hacerla los padres. Si no es posible debe hacerlo la persona allegada que sirva de referente para el menor.
  • Se debe buscar un lugar tranquilo, conocido, acogedor y seguro para el niño.
  • El lenguaje debe adecuarse a la edad del niño: los padres o comunicadores deben usar palabras sencillas. El tono de voz debe ser suave, cariñoso, dulce y calmado.
  • Los adultos no deben tener miedo de utilizar la palabra «muerto” o decir «ha muerto”. Con pocas palabras, pero comprensibles, los padres deben explicar que ha pasado algo muy, muy, muy triste, que la persona ha fallecido y cómo ha sido.
  • Deben dar respuestas sinceras y honestas, aportando las aclaraciones necesarias, pero, al mismo tiempo, no dándole más información de la que puede asimilar.